Despertar fue como salir de un trance. Me sentía aturdido
pero en seguida recordé donde estaba y las figuras que me rodeaban cobraron
forma. Cuatro hermanas y la anciana líder me miraban con inquietud.
- Soy Barlas.- dije, aunque no parecían cuestionarse eso.-
No sé explicar esta sensación pero no percibo a nadie más en mi interior. ¿Qué
ha pasado?
- No te muevas demasiado, aún estarás débil.- explicó la
anciana. Su rostro estaba perlado por el sudor y sus cabellos más agitados de
lo que recordaba.- Hemos extraído al Goa’uld pero también se han drenado parte
de tus energías, tu fuerza vital.
- Me encuentro bien.- dije intentando sentarme sobre el
altar de piedra.- Sólo tengo un poco de frío.
- Tu cuerpo tendrá que acostumbrarse de nuevo a vivir sin el
huésped, ahora sólo dependes de tu sistema inmunológico para defenderte ante
enfermedades o condiciones externas. Cuídate, jovencito.- dijo posando una mano
sobre mi mejilla.- Tienes una vida mortal por delante.
La Seafarer me esperaba donde la dejé. Habían pasado apenas
unas horas desde que abrí los ojos en el templo de la hermandad pero no quería
desperdiciar un solo momento de ese día. Mi primer día como hombre libre, por
fin. Sentí que estaba volviendo a nacer y todos los miedos y temores que me
habían atormentado se disipaban. Dastan ya no regía en mi vida. No sé ni me
interesa lo que las hermanas hicieron con lo que quedase de él, pero que acabase
muerto o en un tarro me daba lo mismo. Ya no estaba en mí.
Church emitió uno de sus habituales sonidos, que no eran
maullidos gatunos sino que se asemejaban a bufidos humanos. Inspiré empapándome
de los olores de mi nave que eran lo más cercano a un hogar que tenía ahora
mismo.
Tras una larga ducha caliente en el compartimento de atrás, seleccioné
unas prendas de mi armario y caminé descalzo hasta la consola de navegación. Antes
de marcharme de Lybaras, Stanley me había dado las coordenadas de otro planeta
más: Tyr. Puse rumbo y dejé que la nave me llevase hasta allí, cruzando media
galaxia con los sistemas de hiperpropulsión.
Me recosté en la butaca y encendí la pantalla adyacente, que
no se utilizaba para nada más. Di gracias a que Lara haya olvidado llevarse el
dispositivo de almacenamiento que trajo aquella noche, con lo cual, estaba
provisto de una larga lista de películas para saciar mi reciente apetito por el
cine. Algún día tendría que devolverle esto a Hiram. Seleccioné de la lista “Los mejores años de nuestra vida”, y me
sumergí en esas imágenes en blanco y negro que tanto me cautivaban. Aprendiendo
historias de vidas como si leyese un libro con representaciones en movimiento.
El entorno no era para nada lo que me esperaba. Llegué a una
zona comercial, una amplia plaza donde aterrizaban otras naves y había un
amplio abanico de personas, humanos y algunos de otras razas. Puestos de venta
refugiados bajo toldos blancos para protegerse del sol, en torno a unas
estructuras de piedra rojiza que se mimetizaban muy bien con la naturaleza que
les rodeaba. Además de piedra y arena había vegetación, altos árboles que asomaban
dotando el cálido ambiente de aire puro y algo de humedad.
Con un par de indicaciones, no me fue difícil averiguar dónde
tenía que ir. Decidí dejar la nave allí, en la ciudad estaría más custodiada. Así
que caminé, un par de kilómetros no vinieron nada mal a mis piernas para
ejercitarse y recobrar fuerzas. La casa no estaba en el conjunto de la ciudad,
pero tampoco estaba tan lejos ni tan apartada en los extensos valles del
planeta. Antes de aterrizar me fijé en lo curioso que se veía desde el aire la
esfera compuesta por un único continente.
Ya estaba ahí. Ya había llegado. ¿Y ahora qué?
Me armé de valor para llamar a la puerta. Se escuchaba una
voz robótica y la risa contagiosa de un bebé. Luego unos pasos camino a la
entrada y el característico tono reprobatorio diciendo:
- Tarik, te dije que tenías que haberle cogido una chaqueta
a Amelia antes de salir…
Su reacción fue de sorpresa pero no pude ver si estaba
contenta o no de verme allí tan pronto. Aunque a decir verdad, entre los viajes
y la noche eterna que pasé en el templo, probablemente haya transcurrido una
semana o casi dos desde que nos vimos por última vez en Lybaras.
- Hola Lara.- dije tragando saliva y le tomé las manos.- Vuelvo
a ti como un hombre nuevo.
- Barlas…- dijo ella entornando los ojos y fijándose en mi
rostro demacrado, las manos ligeramente temblorosas y el labio partido en dos
zonas.- ¿qué ha ocurrido? ¿Qué te has hecho?
- Lo que hace mucho tiempo llevaba deseando hacer. Stanley
me ayudó a acelerar el proceso de búsqueda, no sabía si tendría buen resultado
pero parecía la mejor opción posible y me entregué sin pensarlo.- la palabras
se me atragantaban en la boca.- Me diste más de una razón para querer liberarme
definitivamente de Dastan y no perder más tiempo. Tenemos mucho de qué hablar,
Lara. Tenemos que sincerarnos y contarnos tantas cosas… pero quiero que sepas
que aprecio muchísimo el valor que has tenido de confesarme todo eso. Y los
sentimientos que declaras en tu carta son iguales a los míos. Te quiero, Lara.
Y ahora sí estoy listo para que nos demos una oportunidad.
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